7 de octubre
Diego Pulpo, viejo amigo y rival literario, me contactó para invitarme a participar en una antología colectiva de cuentos de gatos. Pero este gesto amable, no es tal. Lo hace para burlarse de mí. Yo lo sé, él lo sabe, pero nadie más.
A sus amigos importantes les dice que está ayudando a un pobre drogadicto. Así muestra su magnificencia. Pero a mí me dice que me arrojó un hueso, para que roa de las sobras de su fama literaria.
Es que el muy infeliz esconde su ruindad detrás de una sonrisa perfecta.
El libro será financiado por la Fundación Adopta, una organización dedicada al rescate, rehabilitación y reubicación de gatos abandonados. Y el dinero de la venta se usará para financiar el proyecto: Santuario Emilia.
8 de octubre
Subieron el pasaje del Metro. Apenas treinta pesos, pero la gente reclama. Dicen que todo sube, menos los sueldos.
Yo no viajo en Metro; tampoco tengo sueldo. Me importa un huevo lo que le suceda al resto. Quiero escribir el puto cuento de Diego. Vencerlo en su terreno y con sus reglas.
Demostrarle al mundo que soy mejor escritor que el famoso Diego Pulpo.
La fecha límite para entregar los relatos es a fin de mes. Yo sé que esta antología la planificó el año pasado, cuando me contó del proyecto del Santuario Emilia. Pero claro, entonces no me invitó. Es decir, no solo se burla, además me dio tres semanas para terminar el cuento.
Infeliz…
9 de octubre
Estoy en tratamiento contra la adicción desde hace siete años. He recaído muchas veces, pero acá todo se perdona. En el instituto insisten mucho en eso de un día a la vez. La adicción es una enfermedad crónica; jamás te sanas. Solo controlas la ansiedad por consumir.
Solo un adicto comprende lo que es vivir así. Diego lo sabe y por eso le gusta presionarme. Sabe que recaeré. ¡Le encanta verme caer!
Pero si quiero escribir el mejor cuento, necesito una idea alucinante; única; maravillosa. Una idea que transforme mis sueños en realidad. Y para eso, debo sacrificarme.
Necesito droga; mucha y de todo tipo.
Con mano temblorosa, me sirvo un trago. El primero en más de un año de abstinencia. Así comienzo otro nuevo descenso a mi infierno personal.
Sobre mi regazo, mientras escribo estas líneas, acaricio a Plutón, un gato negro que me sigue como una sombra.
11 de octubre
Me despierto atontado; mi cabeza está que revienta. Tengo una caña horrible y no recuerdo nada de los últimos dos días.
Me siento y veo que el gato dejó otra rata en los pies de la cama. Bastante seguido, Plutón trae este tipo de trofeos. Sin embargo, hoy su regalo sí me va a servir. Necesito algo para bajar mi ansiedad y mutilar un cadáver siempre me relaja.
Mi siquiatra dice que mi adicción es diferente. Todos los adictos pierden el control de su consumo. Pero uno entre un millón de adictos, mi caso, pierde todo tipo de control.
13 de octubre
En las noticias dicen que los escolares llamaron a una evasión masiva en el Metro y poco a poco, la idea prendió. “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”; grita la poco poética la consigna.
Me parece una excelente forma de empezar el día, así que me pongo ropa deportiva, jalo mis últimas dos líneas y me voy al Metro.
Hoy haré dos buenas obras en un solo viaje. Protesto un poco, quemo algo, siembro mi semilla de odio, y después me reabastezco de coca y marihuana. Quizá un par de ácidos, porque aún no se me ocurre ninguna idea.
Maldito Diego y su puto cuento de gatos.
18 de octubre
Al fin tengo una idea y voy al computador para escribirla. Plutón sobre mi regazo, el teclado bajo mis dedos y frente al escritorio, los cadáveres de cinco ratas cuelgan de sus colas. Las ratas y la premisa son gentileza de Plutón, mi gato negro.
Premisa: la realidad se cuela en la ficción.
Quizá parezca poco para muchos, pero es mucho para mí. Tengo algo sobre qué escribir y eso hace que mis dedos bailen como locos sobre el teclado.
Escucho sirenas y balazos. Más de lo habitual. Mejor subo la música.
19 de octubre
Sábado en la mañana. El silencio después de la tormenta. Otra rata en los pies de mi cama.
Enciendo bobovisión y descubro que ayer, en lugar de un discurso conciliador, el presidente Piñera trató de delincuentes a los escolares y sus evasiones masivas. Una broma más en su larga lista de malos chistes.
Cientos de jóvenes con uniforme de colegio, frente a cientos de policías con uniforme antidisturbios. Una postal surrealista que de pronto se transformó en una comedia negra. Y luego en un drama.
Los enfrentamientos empezaron en la mañana y escalaron a lo largo del día. Cuando cayó la noche, había estallidos de violencia por todo Santiago. Mientras, ajeno a toda responsabilidad, Piñera cenaba en un elegante restaurante junto a su familia.
Se quemaron buses, trenes y estaciones del Metro; saquearon supermercados y grandes tiendas. En diferentes lugares de la ciudad hay incendios, barricadas y protestas masivas. Una noche de furia que Santiago no había vivido desde la dictadura.
20 de octubre
Mientras buscó información aleatoria sobre gatos y literatura, descubro que el siete de octubre falleció el grandioso Edgar Allan Poe. Exactamente el mismo día en que Diego me envió su fatídica invitación. Eso tiene que significar algo.
Mientras reviso su obra, encuentro la respuesta: el gato negro. Eso, más una buena dosis de ácido, dio a luz la sinopsis del cuento:
Mi eterno rival literario me invitó a participar en una antología de gatos, pero solo me dio un mes para escribir el cuento. Quiere perjudicarme; pero esta vez, yo lo venceré. Mi cuento será mejor que el suyo. Sin embargo, después de mucho escribir y pensar, ninguna de mis ideas tiene relación con gatos. La dificultad se transforma en imposibilidad. La imposibilidad en obsesión. La obsesión en locura. Y la locura deriva en…21 de octubre
Al fin tengo mi sinopsis, pero antes de comenzar a escribir, pongo a Plutón en mi regazo. Mi loquero dice que su ronroneo me ayuda a controlar la ansiedad. Y es verdad...
Levanto la primera copa de vino de este día. Solo una pequeña dosis para inspirarme.
Anoche no pude obviar el caos en las calles, así que salí a pasear junto a Plutón. Entre cacerolas, sirenas y balazos, escucho el clamor. El grito angustiado de un pueblo oprimido.
Como me voy a concentrar en escribir un puto cuento de gatos, si el mundo se cae a pedazos. Quizá en una semana más, ni siquiera exista el puto país.
Más vino, más drogas, más ronroneo. Necesito bajar mi ansiedad.
22 de octubre
Todo lo que escribo tiene que ver con la crisis política. No logro centrar mi atención en lo importante. ¿Cómo hacerlo?, si el olor de la represión entra por la ventana.
Diego me volvió a cagar. No sé cómo lo logró, pero él está detrás de esta revuelta. Y lo hizo para perjudicarme.
¡Bastardo!
Alto, guapo, afortunado en el amor y la literatura. Le rompería la cara solo por el placer de deformarle esas facciones perfectas.
Me tiro una línea y prendo un pito. Vuelvo a llenar la copa.
Salud.
23 de octubre
Salgo a caminar entre el humo y el fuego de las barricadas. Adolescentes encapuchados gritan consignas contra el neoliberalismo. Me pregunto si conocerán la diferencia entre liberalismo y neoliberalismo. Poco importa.
Si la crisis dura lo suficiente, harán presidente al populista de turno. Apuesto por Kast y sus fanáticos. Pero nunca se sabe, la extrema izquierda podría alzarse entre las cenizas del metro.
Plutón me sigue a través del caos. Circulamos como dos espectros, como dos gatos negros. Nadie nota nuestra presencia. Paseamos entre uniformados y encapuchados.
Imposible escribir un cuento con tanta rabia adentro y afuera.
24 de octubre
Los medios hablan sobre las demandas ciudadanas. Salud, educación, AFP, delincuencia, tag, medicamentos, etcétera. Exigencias de todo tipo, reclamos desarticulados y caóticos. Necesito orden tanto como necesito drogas.
Mientras bebo, imagino el placer de hundir mi puño en la perfecta nariz de Diego Pulpo.
Plutón ronronea sobre mi regazo. Bebo en busca de la musa que guíe mis dedos. ¿Será Clío?
Dado el octubre negro que vive el país, seguramente será Clío.
Prendo otro caño.
25 de octubre
El gato negro de Poe es un cuento de terror, en cambio el mío ronronea sobre mi regazo. Me sirvo otra copa mientras destazo al ratón.
Descubrí cierta macabra entretención en desmembrar ratas y luego meter los trozos en una caja. La sacudo, doy vuelta el contenido sobre la mesa y entonces me dedico a coser las partes.
Ya he creado varios monstruos de Frankenstein; verlos me relaja. Evitan que sueñe con golpear a Diego. A veces les aplico corriente y los veo retorcerse. Me divierte. Es como si bailaran breakdance.
26 de octubre
Convocaron a una marcha en la plaza Italia y dicen que será la madre de las protestas. Plutón y yo también asistimos.
Más de un millón de personas se reunieron en torno a la Plaza Italia y durante cuatro horas cantaron, bailaron, rieron y jugaron. Plutón y yo nos quedamos en la periferia de la concentración, en el parque Bustamante. Yo entre la gente y Plutón, entre las ramas de los árboles.
Me apena pensar que una protesta tan sublime, no obtenga resultados. Si los empleados públicos trabajaran por el bien social, en lugar del bien de su partido. Si trabajaran por vocación de servicio público y no para servirse de lo público. De rey a paje; desde el presidente a los honorables; de los gremios a los mandos medios. Todos quieren un pedazo del Estado.
27 de octubre
No sé si me desmayé o me quedé dormido. El asunto es que desperté sobre el teclado.
Las protestas y disturbios no solo ocurren en Chile; se repiten en todo el mundo. Hong Kong, Barcelona, Francia y Ecuador, por nombrar las más recientes. Y hay algo en común en casi todas estas manifestaciones: críticas al neoliberalismo.
Pero hoy no tengo ganas de escribir. No puedo, en realidad. Mejor me fumo un caño y voy a relajarme con un baño de tina. Luego a dormir.
28 de octubre
Quitaron el toque de queda hace dos días y recién ahora me entero. Esta línea de texto merece una línea de coca. Una justa recompensa.
El neoliberalismo es mucho más que un modelo económico y por eso genera problemas tan diversos, en lugares muy distantes y con culturas monstruosamente diferentes. Porque el neoliberalismo es tres cosas a la vez: modelo económico, racionalización de lo gubernamental y subjetivación social.
Modelo, racionalización y subjetivación.
30 de octubre
Plutón ronronea sobre mi regazo y yo aún no termino el puto cuento. Maldito Diego y su cuerpo de adonis. Solo tengo una sarta de comentarios banales sobre las protestas. Pero ninguna historia de gatos.
Maldito Diego. Siempre logra humillarme. Pero tengo una estrategia infalible para vencerlo.
Abro una botella de ron y me siento a saborear el éxito de mi plan.
31 de octubre
El timbre. Al fin llegó Diego Pulpo.
Lo saludo con cordialidad y apenas me da la espalda, lo acuchillo una y otra vez. Cuando la sangre deja de fluir, me detengo. Significa que su corazón dejó de latir. Lo sé, porque no es la primera vez que veo morir un corazón.
Tomo a Diego de las axilas y lo arrastro por el pasillo. Negro y silencioso, Plutón me sigue detrás.
Llevo el cadáver al sótano y ahí lo emparedo. Tal cual lo había planeado. Luego envío mi relato al editor.
Ahora estoy seguro. Mi cuento será mejor que el de Diego por dos simples razones. Una; Diego no tendrá ningún cuento en el libro, porque está muerto. Y segundo, porque mi relato no es ficción. Es terroríficamente real.
1 de noviembre
No encuentro a Plutón por ningún lado. Es muy extraño, pero no importa. El cuento está listo y cuando lo publiquen, mi venganza estará completa.
Estúpido Diego. Muerto Diego. Ríete ahora con esa blanca y perfecta sonrisa.
2 de noviembre.
Llegaron dos policías de investigaciones a preguntar por Diego y por supuesto, mentí. Les dije que no lo veía hace varios meses. Lo cual es casi cierto, salvo por el otro día.
Estoy borracho, así que no me preocupa que piensen que hablo raro o me pongo nervioso. Ante cualquier idiotez que diga, puedo culpar al vino.
Quieren revisar mi casa y por supuesto, accedo a sus requerimientos. No tengo nada que ocultar, les repito constantemente. Mientras ellos buscan incriminarme, yo busco a Plutón. Necesito calmar mi ansiedad.
Bajamos al sótano y la pared está perfecta. Imposible imaginar que hace pocos días terminé de emparedar a mi amigo Diego. Los policías preguntan cosas extrañas; repiten una y otra vez las mismas afirmaciones.
Algo saben que yo no; pero qué.
Cada vez me pongo más nervioso con sus preguntas insidiosas. Y yo sin nada que acariciar para ahogar mi ansiedad.
-¡Plutón! -dónde está mi puto gato negro-. Chito, chito chito...
Su respuesta me llenó de horror. Un maullido desesperado reverberó detrás de las frías paredes del sótano.
FIN
Nota del autor:
Este texto es dolorosamente real; la solicitud del cuento y todo lo demás es (casi) verídico. El cuento se publicó en la revista La Gata de Colette número 19, aunque es una versión más corta.
Excelente relato, ¡felicitaciones!, aunque no me lo esperaba del todo, disfruté mucho el desenlace. Éxito.
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