sábado, 30 de julio de 2011

Nada nuevo en la TV

Prendí la televisión y al ver lo que mostraban, no pude evitar preguntarme: “¿Otro reality show? Cada tres meses dan uno nuevo. Quizá de qué tratará éste…”.
No tuve que esperar mucho para darme cuenta de lo que narraba: ¡asaltantes de casas! Es el tercer reality de ladrones que veo y todos son iguales. Típico que violan a la dueña de casa y amarran a los cabros chicos. A dónde iremos a parar. ¿Es que a nadie se le ocurre algo nuevo? 

martes, 5 de julio de 2011

Epístola

A quien corresponda:

            Escribo esta carta con la esperanza que quizá, algún día, entiendan por qué hice lo que hice. Que a través de sus palabras encuentre redención. Que tú, quien quiera que seas, logres perdonarme.
            Lo nuestro terminó aún antes que iniciara. Antes que volviéramos. Pero igual queríamos, o mejor dicho, teníamos que comprobarlo. Vivir la experiencia y así, por fin, darnos cuenta que se había acabado, que no restaba nada más por hacer.
            Nuestra relación se extiende desde hace diez años, cuando aún éramos unos niños jugando a ser adultos, soñando con efímeros encuentros sexuales, construyendo familias en castillos de papel. Estábamos enamorados y más que eso, cegados en nuestra mutua obsesión de absorver al otro sin medida ni consideración. Era como si quisiéramos ser el otro. Como si no hubiera un nosotros, sino un yo con un agregado. Algo que está para satisfacernos y obedecernos, sin importar si piensa diferente. Si no hubiera sido por eso, quizá hubiera funcionado, pero el hecho es que ambos queríamos lo mismo. Hacer del otro un apéndice, un agregado que sólo está ahí para darnos lo que nos falta. En mi caso, una mano extra para masturbarme, un agujero tibio donde poder enterrar mis frustraciones y rabia. Para ella, era el amor que desde niña le fue negado, primero por su padre al desaparecer antes que naciera y luego por su madre, siempre abstraída en sus preocupaciones, jamás dándole el cariño que pedía a gritos.
            En eso estuvimos durante siete años, yo exigiéndole ser la pared donde arrojar las piedras mi ira. Ella, transformándome en el saco de amor que tanto necesitaba. Pero la situación tenía que reventar, la pared debía caer, la bolsa llena de amor, vaciarse.