La primera vez que vinieron, solo éramos simios
en espera de evolucionar. ¿En qué? No lo sabían, por eso decidieron no
intervenir. Pero luego, miles de años después, al ver en lo que nos habíamos
transformado, eligieron ayudarnos. Lo primero que hicieron fue mostrarnos como
se dibujan los sonidos; nos ensañaron a pintar las palabras. Y se fueron.
Volvieron unos milenios después y lo que
encontraron les pareció satisfactorio. Vieron como nos organizamos en reinos y
construimos una precaria economía centrada en la industria bélica y agraria.
Como consecuencia, la población creció y migró a las ciudades; era el augurio
de la revolución industrial. Si el desarrollo social y tecnológico seguía a ese
ritmo, nosotros seríamos como ellos en mil años más. Por eso volvieron novecientos
años después.