El Pito transpira copiosamente. Su corazón galopa agitado en el pecho. Está de pie con un cuchillo carnicero en su mano derecha. Luce golpes, cortes y magulladuras por todo el cuerpo. La pelea fue brutal, pero al final, resultó victorioso. Ahora debe decidir qué hacer. Su mirada baila entre el hombre arrodillado frente a él y la puerta. ¿Y si entra alguien? ¿Y si lo ven? Él está indefenso.
Incluso de rodillas, Benjamín lo amenaza, lo desafía, pero el Pito permanece inmóvil. Piensa en las consecuencias. Sopesa sus opciones. Entonces observa el rostro de su rival, deformado por la rabia y la impotencia. Lo ve mover la boca, sacudir los brazos. Chilla como un cerdo en el matadero. No escucha lo que dice, el único sonido que siente es un pitillo agudo que llena su cabeza. Sabe lo que debe hacer y sin embargo… entonces suspira, cierra los ojos y con un certero movimiento entierra el cuchillo en la garganta de su rival. Luego retrocede.
El tiempo se detiene, el sonido desaparece, la habitación gira, los colores se blanquean frente a sus ojos. Benjamín se levanta, pero cae de inmediato. Intenta gritar pero ninguna palabra sale de su boca, solo un ruido acuoso, como si hiciera gárgaras después de lavarse los dientes. El mango negro y su filo reluciente se mueven como un péndulo que cuelga del cuello. Apenas hay sangre en la herida, hasta que el cuchillo cae y entonces el fluido rojo sale a presión desde su garganta.
“¿Cómo llegué a esto?”, se pregunta el Pito. Luego se desmaya.
Cuando dejo de escribir, una lágrima escurre por mi rostro hasta golpear la tecla “M”. Muerte, pienso. El cursor parpadea, el teclado enmudece. Me levanto y observo el cielo por la ventana redonda. El día está nublado, melancólico. Pienso en la última frase: ¿Cómo llegué a esto? Entonces recuerdo el cumpleaños 40 del Máster. En esa fiesta nos reunimos todos: el guatón, Sotov, Jimbo, Valdés, el festejado y por supuesto, yo. Esa velada fue memorable, tanto por su duración (viernes, sábado y domingo) como por la cantidad de drogas y féminas reunidas. Sin embargo, mi disputa con Benjamín empezó después. Y como suele suceder, una mujer fue la causa.
Intento volver el tiempo atrás, al comienzo de todo. Pequeños retazos de memoria llenan mi mente con imágenes inconexas. Sí. Ahora lo recuerdo. El principio fue el final del taller literario…
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