Jesús huye aterrado. Transita a través de senderos ocultos
por la densa vegetación. Quiere avanzar lo más posible antes de que vuelva a
caer el sol. No tiene esperanzas de escapar, pero igual corre. Sin embargo,
sabe que lo merece. Es un monstruo y debe ser castigado.
Muy atrás quedó Puerto Montt y el canal. Incluso más lejos
que Castro y su muelle. Tanto ha viajado sin descansar, que hasta Quinchao le
parece un recuerdo brumoso. Ahora atraviesa la isla Alao. Si llega hasta la
costa quizá tenga una chance. Solo espera encontrar un bote que lo cruce a
Apiao, pero con esta tormenta, nadie se atrevería a navegar por los estrechos y
torrentosos canales del archipiélago de Chiloé.